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Sábado por la tarde, tumbado en el sofá me calientan los últimos rayos de luz del dia que atraviesan el cristal de la ventana, un mate argentino y el mando de la tele con el respectivo ruido de fondo me acompañan... Y me pregunto, si seguir así todo el sábado, pero hoy no me apetece dejar pasar el tiempo, entonces la imaginación y una cierta dosis de locura me arrancan del sofà de un salto y me pongo manos a la obra...
Ya tengo la mochila preparada y hacia Benasque me dirijo, durante el trayecto algun miedo me invade, pero no dudo de la empresa en ningún momento, la velocidad de la furgoneta va dejando atrás el miedo y las preguntas en vano que a mi me hago...
A las seis de la mañana suena el despertador, el termómetro marca un grado, me cuesta un poco salir del saco pero salgo. Preparo a conciencia el equipo, nada puede fallar, pongo pilas nuevas al casco, comida de ataque de sobra, reviso las cuerdas,
topo etc. Todavia es de noche cuando empiezo la subida, una hora me cuesta subir hacia la entrada superior del sistema, me preparo y con las primeras luces del dia me despido de la luz solar, son las ocho de la mañana.

Voy realizando el descenso, con mucho cuidado que no se enganchen las cuerdas, las trato con cariño, de ellas depende el camino. Hacía cinco años que visité por última vez este sistema subterráneo, entonces fuí acompañado por Ricard, Pepe, Josep y Jaume, hoy no tengo con quien hablar,ni con quien compartir un trozo de queso ni unas galletas, voy conmigo sin dudar de mi...

Después de tres horas llego a la sala Leonor, el estruendo de una cascada rompe el silencio, és un viaje rubrealista al centro de la tierra, el frio me hace despertar de este mundo fantástico y prosigo con el camino.

Son las doce y cincuenta cuando veo la luz del sol, cuatro horas cincuenta minutos me ha costado realizar la travesia, el sol del dia me calienta y me devuelve a la vida. Mis amigos del valle mi invitan a una super parrillada de carne a la brasa acompañada de buena compañia en una bonita borda escondida por encima del pueblo de Villanova. Un domingo perfecto, a veces hay que saltar del sofá, si no, las acciones no vienen hacia tí...